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El tiempo de Edward Hopper

Una noche fría en las calles de Nueva York. La soledad en la madrugada de un hombre sentado en la barra de un café bar a punto de cerrar. Un camarero de mirada agotada por sus largas horas de trabajo. La mujer que mira al exterior desde la cama por la ventana de su habitación buscando algo que sabe que no va encontrar. Las pinturas de Edward Hopper (1882 - 1967) son el reflejo veraz de una época pasada. Pintor de su tiempo y de su época, sus obras son el reflejo de una sociedad, de la soledad del ser humano y de la vida norteamericana contemporánea durante un periodo convulso. #edwarhopper

 

Retrato de Edward Hopper. Ilustración por Manuel De La Fuente / manuelsart.com


Edward Hopper nació en Nyack un 22 de julio de 1882 en una familia burguesa instalada a orillas del río Hudson. Su padre, Garrett Henry Hopper y su madre Elizabeth Griffiths Smith, eran dueños de una tienda de telas y prendas de vestir. Sus padres eran de origen inglés y holandés, pertenecían a la comunidad bautista y vivían bien del comercio y, además eran ávidos lectores. Esta pausada vida, acomodada, austera y sencilla, ofreció a Hopper una estabilidad y una protección familiar que forjó su carácter tranquilo y regio.

Este apoyo familiar se vio reflejado desde su pronta precocidad con el dibujo. Ya con solo cinco años comenzó a demostrar su habilidad y con trece firmaría su primer lienzo, lo que posibilitó que sus padres le dejaran dedicarse a la pintura pero con una condición para asegurar su futuro económico: debía graduarse como ilustrador.


“Cuando el paisaje me habla, tengo que estar absolutamente silencioso” – Edward Hopper

Hopper se graduó en la Nyack High School y estudió los seis años en una escuela de diseño de Nueva York. Durante ese tiempo también realizó un curso de arte por correspondencia de la School Illustrating de la misma ciudad. En 1901 se adentra por completo en la pintura que estudia en la Escuela de Arte hasta 1906. Tras su periodo académico comienza a vivir de su trabajo en revistas ilustradas. Destaca, por ejemplo, Scribner’s Magazine, cuya editorial era muy crítica con las tendencias de arte que llegaban desde Europa.


Hopper mantenía su trabajo como autor con las técnicas de grabado y acuarela. Con estas el artista comenzó a destacar y lograr cierta fama. En estos iniciales dibujos comienza a intuir el futuro pintor de la madurez, con vistas callejeras de perspectiva forzada, habitaciones con ventanas abiertas y mujeres recién levantadas, dibujos al natural de paisajes del norte de Nueva Inglaterra. Entre 1907 y 1910 el autor viaja hasta tres veces a Europa, (París, Amsterdam, Londres, Madrid y Toledo). Durante este tiempo hizo una vida instructiva y solitaria, donde observó las tendencias y modas nacientes del arte. El año de 1910 el artista Robert Henri, John Sloan, y Arthur B. Davies le incluyen en la exposición de Artistas Independientes fuera del nuevo orden vanguardista establecido.

En 1913 participó en una exposición colectiva, llamada Armory Show, de la que vendió una primera obra. Pero ese primer contacto con el mundo artístico no será de su agrado. Tuvo contacto directo con las nuevas corrientes artísticas europeas representadas en esta muestra con Klee y Kandinsky.


Para la ciudad y la educación del propio artista es un primer choque por el conservadurismo regente. Hopper volvió a su trabajo como ilustrador durante los diez años siguientes.


“Nighthawks”. Pintura de © Edward Hopper, 1942.


El pintor ilustrado


En 1923 tras trabajar como ilustrador para la agencia neoyorquina de publicidad Sherman & Bryan y con algún reconocimiento a su obra pictórica, su vida cambia: se enamora de Josephine Verstille Nevison, (Jo) con quien se casará en 1924. Pintora y compañera en el taller de Robert Henri, el cual les instruía con frases como: “olvidaos del arte, pintad lo que os interesa en la vida”. Hopper aprende esa visión y comienza a ser reconocido su estilo y su obra como pintor americano.


No fue un revolucionario de la pintura, ni en técnica ni en lenguaje artístico, pero quizás por eso mismo pasa a la historia, por ser un fiel reflejo del costumbrismo y el aspecto conservador de la sociedad norteamericana del tiempo que vivió. Él plasmó con veracidad aquello que vivía y existía a su alrededor, esa honestidad le hizo destacar sobre el resto de coetáneos y por supuesto por su capacidad de representar fielmente su tiempo.


“Summer Interior”. Pintura de © Edward Hopper, 1909.

Hopper fue a contracorriente de las modas europeas, quizás por ello dejó durante un inicial tiempo la pintura y se dedicó a la ilustración comercial. No dio cabida a las rupturas de la abstracción y las inquietudes vanguardistas que descubrió en sus viajes a Europa. No se dejó influenciar por las modas crecientes como el cubismo, Picasso y Braque, sino que él se inspiró en los clásicos españoles como Velázquez y Goya, o artistas franceses como Daumier o Manet que acabaron por construir el realismo pictórico tan personal al que él fue fiel a lo largo de su trayectoria. En su propias palabras: “El gran arte es la expresión externa de una vida interior en el artista y esta vida interior producirá su visión personal del mundo. El elemento esencial es la imaginación y no hay nivel de invención artificial que pueda sustituirla. Una de las debilidades de gran parte del arte abstracto es el intento de reemplazar la concepción de la imaginación privada por inventos del intelecto humano (…)”, afirmaba Hopper.


“A Woman in the Sun”. Pintura de © Edward Hopper, 1961.



El lado oculto del lienzo


Toda luz tiene sus sombras. Vemos cómo se repite, como a lo largo de la historia del arte, la anulación de la mujer. Previamente a su matrimonio, Josephine Nevison tenía más fama y renombre que Hopper. Era una mujer de éxito y admirada que había logrado exponer junto a otros genios de la época como Modigliani o Picasso. Al casarse con Hopper, quedó anulada en el círculo de su compañero de profesión, en una relación dependiente y tóxica pero muy productiva y beneficiosa para Hopper.


El autor la retrata en cada rostro de mujer que pintaba en sus obras. Como relata la propia Jo en sus diarios, ocurrieron episodios de maltrato, de desprecio a su trabajo pictórico. Ella llevaba toda su contabilidad, su agenda de contactos, la gestión con las galerías de arte y hacía sugerencias al proceso pictórico. Hopper solo tenía que pintar desde el último piso de Washington Square de Nueva York. No salían de esas paredes, sin lujos, con increíbles vistas y luminosidad. Esa misma atmósfera íntima, asfixiante, ambigua, y extraña que quedó representada en sus dibujos y pinturas. Para Hopper su vida con su mujer fue beneficiosa y un fuerte refuerzo emocional, y a partir de 1925 la pintura le permite dejar su trabajo como ilustrador.


“El gran arte es la expresión externa de una vida interior en el artista y esta vida interior producirá su visión personal del mundo. El elemento esencial es la imaginación y no hay nivel de invención artificial que pueda sustituirla. Una de las debilidades de gran parte del arte abstracto es el intento de reemplazar la concepción de la imaginación privada por inventos del intelecto humano (…)”. – Edward Hopper

Es preciso recordar el estimulante tiempo que vivió. Un periodo convulso en Estados Unidos y en el mundo, pero que pese a la turbulenta época histórica Hopper mantuvo su mundo artístico y procesos creativos intactos. Solo recordar algunos sucesos ocurridos durante su vida; la guerra de Cuba bajo la presidencia de Teddy Roosevelt, primera guerra mundial, la gran depresión de 1929, la segunda guerra mundial y la euforia norteamericana que vino luego.


En Hopper todo esto no parece influir en su obra, durante toda su carrera mantiene su realismo americano, su verdad por encima de las vanguardias o modas. Es decir, esto no significa que fuera ajeno a su entorno y a lo más cercano a él, sino todo lo contrario, en su trabajo pictórico encontramos esa influencia directa de lo que ve y siente.


“Hotel Room”. Pintura de © Edward Hopper, 1931.


Norteamericano hasta el último trazo


En su trabajo como ilustrador pudo generar de primera mano ilustraciones con un carácter periodístico, temáticas más actuales y noticiosas, que se verá reflejado más adelante en su labor de pintor. Por ejemplo, los sucesos de mayor criminalidad y referentes a la incipiente mafia tras la “ley seca”, con la prohibición de las bebidas alcohólicas. Muy plasmadas en el cine y la novela negra que también se expresa en la obra de Hopper mediante la inclusión de colores más oscuros y escenas alusivas. Su voluntad de trabajar la temática intrínseca de su país y mantenerse dentro de la cultura más “norteamericana” fue parte de su éxito profesional. Además reforzada su postura en este periodo de la historia, debido gracias a las nuevas políticas del Presidente Roosevelt, de fortalecimiento del Estado y la promoción de lo nacional: la industria, la educación y la cultura.


No solo los aspectos externos se representan, la personalidad de Hopper se verá reflejada en la elección de los temas que pintó durante su vida. En su trabajo pictórico se revela un cierto desprecio a un llamado “estilo” que tenía su origen de una Europa decadente. Por eso su proceso creativo sufre variaciones, adaptándose también a las circunstancias que dan los variados temas que pinta durante los diferentes periodos.


En un inicio Hopper se enfoca en los paisajes, campos reforzados con un ideal de la ruptura nostálgica tras la guerra civil de 1860-1864 y la ferviente industrialización. En las escenas de la ciudad de Nueva York siempre Hopper deja apreciar su nostalgia de los edificios clásicos frente a los rascacielos primerizos de 1920. Además, sus series de grabados ya expresan la soledad y la alienación que se vería en obras más posteriores. La posición de voyeur se refuerza en sus trabajos, con regularidad nos posiciona como un curioso en el lienzo, escenas íntimas vistas a través de las ventanas de un tren elevado que pasa veloz por Manhattan.


“New York Movie”. Pintura de © Edward Hopper, 1939.


La gran depresión sufrida en 1930 trae a la obra del pintor la inquietud por las circunstancias de sus compatriotas. Todo ello se expresa al mostrar personajes deprimidos, paralizados ante la situación vital extrema y desesperada. Aparecen así alienados, de sí mismos, de su entorno y de los demás. El color se hace importante y sube su saturación, más colorista y surge un efecto cinematográfico y alusiones directas al cine. Las obras de Hopper toman un cariz de cine negro, de intriga, sobre todo en las mujeres que miran por las ventanas, no sabemos si observan o son observadas. El que mira es quien imagina y construye la historia que inician las obras pictóricas del artista.


“Morning Sun”. Pintura de © Edward Hopper, 1952.

Tras la posguerra los lienzos de Hopper se oscurecen, amargas y deslumbradas escenas. Aparece una cierta desidia, una abstracción o rudeza en el detalle de la figura humana con en el trazo de su pincel. Es en esta época cuando la cultura popular, el Pop-art y la nueva generación se ve influenciada por su trabajo. Esas escenas pictóricas como las gasolineras sin coches, anuncios publicitarios, con esto se forja el nuevo estilo americano. En 1934 el matrimonio construyó una casa estudio en Truro, un pueblo más al norte de Cape Cod, y servía de segunda residencia. Una zona de Massachussets no tan lejana del pueblo natal de Hopper, y que inspiró de nuevo el trabajo del autor: paisajes, casas extrañas como la que inspiró en la película Psicosis a su director Hitchcock, escenas del mar, los faros de luz fría y su alrededores. Hopper comentaba: “Cuando el paisaje me habla, tengo que estar absolutamente silencioso”.


El tiempo y su espacio


Sus pinturas son protagonistas del espacio liminal, él mismo reconocía que su mente estaba algo distorsionada sobre el tiempo. Parece que el instante en sus obras se para, que la soledad se hace pesada, que nada va ocurrir y que el presente se hace sueño. Reflejo de esa sociedad norteamericana que avanzaba hacia su futuro a duras penas. Hopper se convirtió en el realista americano más importante de su generación como afirmaba el crítico Clement Greenberg en 1946: “no era un buen pintor, pero si lo hubiera sido no hubiera sido tan gran artista”.


“Chair Car”. Pintura de © Edward Hopper, 1965.


Hay que destacar que Hopper mostró en su trabajo el papel de la mujer en la sociedad americana en estos iniciales años del siglo XX. Una labor de la mujer que cambia velozmente, como los nuevos tiempos que se avecinan, la figura femenina se muestra en oficinas, en cafeterías tras un largo día de trabajo o en el transporte público cuando va a trabajar. Incluso en todos estos lienzos de Hopper queda impregnada la soledad y la eterna espera, seduciendo al observador, haciendo palpable y siendo el reflejo de la sociedad de la época.

Hopper logró plasmar la esencia de su tiempo en sus lienzos. Desde la raíz de su educación y en su forma de vida él era un defensor de la soledad. Sus obras están completas de riqueza narrativa, de ambigüedad y de quietud atemporal. Se hacen inquietantes, atrayentes en su misterio y en la libertad para imaginar para el observador de sus lienzos. Edward Hopper falleció en Nueva York, el 15 de mayo de 1967, en su estudio de Washington Square y fue enterrado en Oak Hill en su pueblo natal Nyack. Josephine Nevison murió al año siguiente.


“Pennsylvania Coal Town”. Pintura de © Edward Hopper, 1947.


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